Los misteriosos médanos cambiaban
de forma con el viento.
Me parecían las nubes que al derrumbarse por tierra
se transformaban en arena errante.
De mañana jugaba en esas dunas sin forma.
Al regresar por la tarde
ya eran diferentes y no me hablaban.
Cuando soplaba el Norte hacían estragos en casa.
Lluvia de arena como el mar del tiempo.
Lluvia de tiempo como el mar de arena.
Cristal de sal la tierra entera inasible.
Viento que se filtraba entre los dedos.
Horas en fuga, vida sin retorno.
Médanos nómadas.
Al fin plantaron
las casuarinas para anclar la arena.
Ahora dicen: «Es un mal árbol.
Destruye todo.»
Talan las casuarinas.
Borran los médanos.
Y la orilla del mar que es mi memoria
sigue creciendo el insaciable desierto.
Pacheco, José Emilio. "La arena errante." Tarde o temprano: 1958-2009. 1 ed. Barcelona: Tusquets Editores, 2010. pp. 502-03.
Primera edición en: Pacheco, José Emilio. La arena errante: poemas, 1992-1998. México: Ediciones Era, 1999.