Mudez de la ostra
en el silencio subacuático.
Arena y sal
por la boca que filtra todo
Cerrazón a la luz, empecinamiento.
La ostra quiere ser ostra y quedarse pegada
a su congregación casi de piedra.
Pétrea se ve la grisura,
la consistencia calcárea
que la envuelve y le da sentido
—pero también la aprisiona.
La ostra vive entre sueños de agua
y cosas invisibles al ojo humano.
Medita a ciegas en el absurdo que encuentra
en nacer, vivir, secretar
durante muchos años su casa-tumba.
Y luego ser arrancada
para durar un instante
entre las fauces del infierno,
es decir, las nuestras.
Pacheco, José Emilio. "Fruto de piedra." Tarde o temprano: 1958-2009. 1 ed. Barcelona: Tusquets Editores. pp. 561-62.
Primera edición en: Pacheco, José Emilio. La arena errante: poemas, 1992-1998. México: Ediciones Era, 1999.