Si la flor
que enciende las tinieblas con su perfume
no piensa, no tiene voluntad, no sabe nada,
¿por qué entonces se obstina
en soltar el aroma que llega a mí5
y me obliga a decir estas palabras?
Quizá menospreciamos el silencio:
en efecto, me ve, me compadece,
Me otorga el don secreto de su olor un instante.
Porque si uno se acaba y pulveriza,10
en cambio ella en sus resurrecciones
será flor siempre para aromar nuestra noche.
Pacheco, José Emilio. "Fragancia." Tarde o temprano: poemas 1958-2009. 1. ed. Barcelona: Tusquets Editores, 2010. p. 530.
Primera edición en: Pacheco, José Emilio. La arena errante: poemas, 1992-1998. México: Ediciones Era, 1999.