1. De los pájaros
De los pájaros
Que por error se adentran en la cárcel
Se afirma:
Ya no pueden salir,
Vuelan enloquecidos entre las cuatro paredes,
Se estrellan en los muros de concreto
O en las barras de hierro.
Rechazan la prisión y eligen siempre
Esa pena de muerte.
2. Pájaro maya en arcilla
El artesano que esculpió este pájaro
Supo juntar el cielo con el suelo.
Voló la tierra inerte entre sus manos.
Ascendieron las nubes a su arcilla.
No pensó en que era arte la oración
Ni que siglos después y en otro mundo
Alguien iba a elogiar sus perfecciones.
En su lengua no había
Vocablos para firmas ni contratos,
Publicidad o éxito,
Exposiciones, premios ni bienales.
Su vuelo ahora se burla
De tanta vanidad que se hará polvo.
3. Un ave de las selvas tropicales
Va a desaparecer y es tan hermosa
El ave de la selva.
En su cuerpo radiante puso el Sol
Un amarillo que es de fuego y oro.
Árboles milenarios le imprimieron
Su más intenso verde. Y el azul
Del firmamento herido se combina
Con el rojo de sangre derramada.
El ave que se va se lleva entera
A la naturaleza que matamos.
4. La rebelión solitaria
Es un loro muy digno: se niega a hablar,
No quiere ser nuestro payaso.
Jamás descenderá al acto servil
De repetir lo que no entiende.
Hace bastante el loro en cautiverio
Con redimir la casa y dar color
A la grisura de la vida.
Bajo su luz nos mira desafiante
Para decirnos sólo con los ojos:
«Su charla me parece a tal punto imbécil
Que en un acto de justa rebeldía
Jamás voy a sumarme al parloteo».
5. Sombra en la nieve
Nada tiene que ver este jarrón
En que sollozan las begonias
Con la sombre del ave, alada huella
Que no hace surco en la nieve.
Nada en común sino ser parte del mundo,
Apariencia por un instante
De la fluidez en la lucha con la fijeza.
Pero el lenguaje resuelve
La desunión, la discordia.
Y en el verso reúne las tristes flores
Con la sombra fugaz del ave.
6. A manera de contienda
Pues si discurrimos por las aves y sus menudas enemistades,
bien afirmaremos ser todas las cosas creadas a manera de
contienda.
FERNANDO DE ROJAS, Prólogo
de 1502 a La Celestina
En la playa de niebla, entre las rocas,
Vi algo
Que no quisiera haber visto.
Un desengaño más, nueva derrota
De la inocencia herida por la verdad,
Amarga base del mundo.
La gaviota purísima en su altura,
La frágil emisaria que concilia
El mar radiante con la oscura Tierra,
Había bajado a este planeta de sangre
Y devoraba viva a una paloma.
Con avidez de buitre hendía y rasgaba.
Me lanzó una mirada oblicua
Para burlarse y decirme:
«Creías que no era como tú, igual que tú,
Maquinaria de muerte, plaga, alfil
De la incesante matanza.
»Mira lo que hago con lo que piensas de mí.
Mírate en mí y no presumas.»
Pacheco, José Emilio. "El reino de las aves." Tarde o temprano: poemas 1958-2009. 1 ed. Barcelona: Tusquets Editores, 2010. pp. 665-68.
Primera edición en: Pacheco, José Emilio. Como la lluvia: poemas 2001-2008. México: Ediciones Era, 2009.