1. EL DOMADOR
El Domador dice que no:
él no tortura a sus bestias.
Su método infalible es la persuasión,
su recompensa el cariño.
El Domador se muestra como un tirano benévolo.
Con mano ya perlada por la vejez,
acaricia indolente unos cachorritos.
Es el espíritu del orden.
Cada cual tiene su lugar
bajo esta carpa y en las jaulas de afuera.
«Sólo trabajo para el placer de mi público;
y lucho por el bien de mis animales.
Sin la misericordia de este Circo
ya los habrían cazado. Serían tal vez
pieles de lujo en un aparador
o simples organismos de sufrimiento
en los laboratorios del infierno.
»En mi Circo no existe ley de la selva.
Viven en paz. Se encuentran protegidos
por mi benevolencia, a veces exigente.
No podría ser de otra manera.
»Ahora observen la cara de mis bestias.
Sólo les falta hablar; si pudieran hacerlo
entonarían a coro mi alabanza.
»Con gusto posaré para sus fotos.
Me encanta retratarme con las panteras,
ver cómo tiembla el tigre cuando empuño mi látigo.
»¿Pueden negarlo? El circo es el Estado perfecto.»
Cuando él termina de hablar
el silencio no colma el circo:
se oyen protestas en las rejas.
8. LAS PULGAS
Bajo el vidrio de aumento
aquí en esta prisión los divertimos
con nuestro desempeño casi humano.
Reparen la injusticia de su desdén.
Acepten un minuto —nada les cuesta—
que hay auténtico genio entre Las Pulgas.
Miren cómo disparo este cañoncito
y vestido de frac bailo ante ustedes
con mi pareja el vals Sobre las olas.
Mientras tanto boxean las otras Pulgas,
corren en el hipódromo, atraviesan
abismos ígneos en la cuerda floja.
Vean con qué destreza incomparable
damos saltos mortales y nos mecemos
impecables y esbeltas en el trapecio.
Nuestro arte es nuestro orgullo.
Sólo en Ámsterdam
han logrado igualar el espectáculo.
Pasmo del mundo, El Gran Entrenador
cada semana elige entre cien mil Pulgas
una que colme sus aspiraciones.
Aprendan del ejemplo: vuélvanse humildes.
La estrella de este Circo en vidrio de aumento
dura lo que otras Pulgas —y siempre, siempre
consuma su destino: es aplastada.
Las Pulgas no contamos ante El Señor
que sin embargo vive de nuestra sangre.
Pacheco, José Emilio. "Circo de noche." Tarde o temprano: poemas 1958-2009. 1 ed. Barcelona: Tusquets Editores, 2010. pp. 469-70, 479-80.
Primera edición en: Pacheco, José Emilio. El silencio de la luna: poemas (1985-1996). México: Ediciones Era, 2004.