Cuando vinieron nuestros progenitores
—"e viniéronse porque en aquella tierra
tenían amos, a quien servían,
e los tractaban mal"—
subieron al gran árbol el día en que abre sus frutos
y soplaron sus semillas aéreas para trazar la ruta del éxodo.
Y unas semillas tomaron la ruta de las aves que se nutren de
gusanos
y otras las de los pájaros chicos que vuelan en solidaridades y
se alimentan de granos
y otras tomaron la ruta de los buitres y quebrantahuesos que
viven de la carroña y desde su altura sólo ven la muerte
y otras tomaron la ruta de las águilas y cóndores, la más alta,
la que sólo es cruzada por las mariposas y por los pensamientos
de los pensadores.
Este es el árbol de la contradicción
Este es Vahoncbé que cita Landa y "que quiere decir palo
enhiesto de gran virtud contra los demonios".
Este es el árbol gigante que Gómara vio y quince hombres
cogidos de las manos no podían abarcarlo.
Este es el árbol de los Trévedes que cuenta Oviedo más
alto que la torre de San Román de la ciudad de Toledo.
Y es el que cuenta Núñez de la Vega que tienen los moradores
de esta tierra en todas las plazas de sus pueblos
y debajo de ellos hacen sus cabildos
y los sahúman con braceros porque tienen por asentado
que de las raíces de la Ceiba les viene su linaje.
Yo he recordado su sombra antigua recorriendo esta
ciudad en ruinas.
En la Calle Candelaria donde estaba mi casa
—hablo de la vieja casa donde yo nací—
ya no queda piedra sobre piedra.
Y la luna
ese cuervo blanco
diciendo ¡Nunca más!
Yo he recordado su antigua sombra aquí donde no hay amor
suficiente
para levantar estas piedras.
"¡Sal de ellas, pueblo mío!"
Un techo nuevo cubra tus exilios. Un madero
extienda sus ramas.
He aquí
lo que estaba dicho en el libro de los profetas de Chumayel:
"Se alzará Yaax-Imixché, la Verde Ceiba, en el centro de la
provincia
como señal y memoria del aniquilamiento".
Allí donde nace este Árbol es el centro del mundo.
Lo que tú ves desde su copa es lo que tu corazón anhela.
Este es el árbol que amorosamente sienta tu infancia en
sus rodillas.
Con el algodón liviano y sedoso de su fruto tu pueblo fabricó
sus almohadas
donde reclina su descanso y elabora sus sueños.
Si suben a este árbol, la serpiente se hace pájaro
y la palabra, canto.
Esta es la Madre Ceiba en cuyo tronco hinchado tu
pueblo veneró la preñez y la fertilidad.
De su madera blanca y fácil de labrar tu pueblo construyó
una embarcación de una sola pieza
y esa embarcación es su cuna cuando inicia su ruta y es su
ferétro cuando llega a puerto.
De este. árbol aprendió el hombre la misericordia y la
arquitectura,
la dádiva y el orden.
Cuadra, Pablo Antonio. "La ceiba." Obra poética completa: Siete árboles contra el atardecer y otros poemas. San José: Libro Libre, 1987. p. 39-41.