Ecopoesia

El jícaro

Pablo A. Cuadra

       —En memoria de Pedro Joaquín Chamorro

       cuya sangre preñó a Nicaragua de libertad—

 

Un héroe se rebeló contra los poderes de la Casa Negra.

Un héroe luchó contra los señores de la Casa de los Murciélagos.

Contra los señores de la Casa Oscura

     —Quequma—ha

cuyo interior sólo se piensan siniestros pensamientos.

Los Mayas lo llamaron "Ahpú", que significa "jefe" o "cabeza".

porque iba adelante. Y era su pie osado el que abría el camino

y logró muchas veces con astucia burlar a los opresores

pero al fin cayó en sus manos.

 

(¡Oh sombras! ¡He perdido un amigo!

Ríos de pueblo lloran junto a sus restos.

Los viejos agoreros profetizaron un tiempo de desolación.

"Será —dijeron— el tristísimo tiempo

en que sean recogidas las mariposas"

cuando las palabras ya no trasmitan el dorado polen.

Yo imaginé ese tiempo de luz alevosa —un sol frío

y moribundo y las aves de largos graznidos

picoteando el otoño—

pero fue una mañana, un falso brillo

de celeste júbilo, trinos

todavía frescos y entonces

       ¡la trampa!

ese golpe seco de la pesada loza que atrapa

    de pronto

al desprevenido y sonriente héroe.)

 

—"Seréis destruido, seréis despedazado

y aquí quedará oculta vuestra memoria"

dijeron los señores de la Casa de las Obsidianas

(el cuartel - la Casa de las Armas).

Y decapitaron al libertador.

Y mandaron colocar su cabeza en una estaca

y al punto la estaca se hizo árbol

y se cubrió de hojas y de frutos

y los frutos fueron como cabezas de hombre.

 

    Sobre este árbol escribo:

"Crescentia cújete"

"Crescentia trifolia"

"Xicalli" en náhuatl

jícaro sabanero

de hojas como cruces:

fasciculadas, bellas

hojas de un diseño sacrificial,

memorial de mártires

"árbol de las calaveras".

 

Esta es la planta

que dignifica la tierra de los llanos.

Su fruto es el vaso del indio

Su fruto es el guacal o la jícara

       —la copa de sus bebidas—

que el campesino adorna con pájaros incisos

       —porque bebemos el canto—

Su fruto suena en nuestras fiestas en las maracas y las sonajas

       —porque bebemos la música—

Ya desde antiguo en el dialecto maya de los Chortis

la palabra "Ruch" significaba indistintamente

—corno entre nosotros— jícara o cabeza

       —porque bebemos pensamientos—

 

Pero los señores de las Tinieblas

       (los que censuran)

dijeron: "Que nadie se acerque a este árbol".

"Que nadie se atreva a coger de esta fruta".

 

Y una muchacha de nombre lxquic supo la historia. Una

          doncella cobró valor y dijo

— Por qué no he de conocer el prodigio de este árbol?

Y saltó sobre la prohibición de los opresores

Y se acercó al árbol.

Se acercó para que el mito nos congregara en su imagen:

porque la mujer es la libertad que incita

y el héroe, la voluntad sin trabas:

 

—" ¡Ah!" —exclamó ella— ¿He de morir o de vivir si corto

                uno de estos frutos?

Entonces habló el fruto, habló la cabeza que estaba entre las

                         ramas:

—"Qué es lo que quieres?"

¿No sabes que estos frutos son las cabezas de los sacrificados?

¿Por ventura los deseas?

Y la doncella contestó: —"Sí, los deseo!"

—"Extiende entonces hacia mí tu mano!" —dijo la cabeza—

Y extendió la doncella su mano

Y escupió la calavera sobre su palma

y desapareció al instante la saliva y habló el árbol:

—"En mi saliva te he dado mi descendencia.

Porque la palabra es sangre

y la sangre es otra vez palabra".

 

Y así comenzó nuestra primera civilización

—Un árbol es su testimonio—

Así comienza, así germina cada vez la aurora

como Ixquic, la doncella

que engendró del aliento del héroe

a Hunahpú e Ixbalanqué

los gemelos inventores del Maíz:

el pan de América, el grano

con que se amasa la comunión de los oprimidos.

 

             Managua. 1978

 

 

 

Cuadra, Pablo Antonio. "El Jícaro." Obra poética completa: Siete árboles contra el atardecer y otros poemas. San José: Libro Libre, 1987. pp. 81-84.

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