(Homenaje al Comte de Lautréamont)
A Cloe
1
Yo te saludo, viejo Sol,
cuando apareces en el centro del cielo
como una yema estrellada
rodeado de nubes insidiosas.
Yo te saludo, Sol de la ciudad poluta,
cuando todo el mundo pasa
maldiciendo el calor,
sin mirarte siquiera.
Yo te saludo, Sol de las paredes frías
y los cuartos abandonados,
que nadie mira ni habita.
Yo te saludo, ojo único,
pupila blanca
de la noche total.
2
Yo te saludo, viejo Sol de la cara jovial,
siempre diferente y semejante a ti mismo,
gran solitario, hermoso en tu reino azul.
Yo te saludo, Sol de los rayos vitales,
tú que vas por este cielo antiguo
con proporción musical.
Yo te saludo, Sol de las mañanas heladas,
asomado sobre los edificios horribles
como una yema anémica.
Yo te saludo, Sol de las tardes sangrientas,
cuando tus rayos tamborean en las paredes
de los templos el tan, tan de la muerte.
Yo te saludo, Sol de los misterios lúdicos,
cuando tus pensamientos danzan en los picos
de las montañas como jaguares de oro.
Yo te saludo, Sol de los invidentes,
cuando bajas por las manos negras
que tocan en la calle instrumentos de cuerda.
Yo te saludo, Sol de los labios morados
y las heridas que nunca se cierran,
cuando te posas en los cuerpos muertos.
Yo te saludo, Sol de los eclipses totales,
cuando rodeado de oscuridad
nos miras por dentro y por fuera.
Yo te saludo, viejo Ser,
Ojo Único,
Pupila blanca
de mi noche total.
Aridjis, Homero. “Yo te saludo, viejo Sol.” Poemas solares: Solar Poems. San Francisco: City Lights Books, 2010. p. 62.