Vinieron los bárbaros al omfalos del mundo,
aunque el mundo tiene muchos omfalos.
Tomaron posesión de las aguas arrugadas
y erigieron la profecía de sí mismos que querían oír.
Pusieron fronteras en el agua, como si el agua
pudiese ser dividida. El lago permaneció inasible.
El sol como un ojo ebrio bailó sobre las ondas,
delante de los bárbaros y su omfalos del mundo.
Hubo entonces una blancura más blanca que el
blanco.
Y todos los árboles de la orilla miraron esa luz.
Aridjis, Homero. “Lago Ohrid.” Poemas Solares: Solar Poems. San Francisco: City Lights Books, 2010. p. 164.