Even a man who is pure at heart…
may become a wolf when the wolf-bane blooms
and the autumn moon is bright.
The Wolf Man (1941)
A Eva
La luna, esa penumbra en el espejo,
ese ojo blanco que en la noche nada,
ese adentra-todo que adentró mi cuerpo,
reflejó el espectro de mi doble lobo.
Ese ego salvaje, impelido por el anhelo
de ser mi semejante, comenzó a comparar
anatomías: ojos amarillos, olfato fino,
manos aguzadas, rostro y pecho peludos.
Con el cuerpo encorvado, quiso echarse
a correr en cuatro patas para huir de mí mismo,
cuando sus oídos más sensibles que los míos
se quedaron oyendo aullidos interiores.
Lobo sin manada (su manada era yo),
licántropo mitológico más que clínico,
licántropo de lo no vivido, éramos un lobo
desnudo, excepto por mis pantalones.
Hasta que, abrumados por la melancolía
de la luna, ese suero de plata que a los dos nos mata,
y por un hombre infinita sin razón ni causa,
juntos nos pusimos a aullar delante del espejo.
Aridjis, Homero. “Autorretrato con hombre lobo.” Del cielo y sus maravillas, de la tierra y sus miserias. México: Fondo de Cultura Económica, 2013, p. 109.