No es inútil la figura que se muestra,
en trazos sobre la piedra
o en un viejo telar de arte rupestre,
de evidencia
del primer caudal del río primigenio.
Así ha querido el hombre grabar su imagen
de individuo terrestre,
-novedosa huella de mensaje-
su origen:
vástago pez
o criatura leve
en su primer recurso de agua
y de sílaba fluvial
en su destino de ser abrevadero,
lago, puquial,
alborozado vértigo como catarata,
ríos de Dios por entre riberas
de planetas verdecidos de sol.
La caudalosa sierpe fluvial
dándose al mundo
y a los ojos,
al gozo de beberla vino blanco,
de bañar feliz el rostro
y aquesto de recoger peces áureos.
Entonces, el hombre,
milenario y vital,
en su incesante trayecto.
Dávila Durand, Javier. “El hombre río.” La jungla de oro. Iquitos: Tierra Nueva Editores, 2008. p. 29.