En el sobrio sabor del sake
pruebo sutil el de los suelos
y ríos de mi patria.
Qué cantera este vino
de ternuras
que beberlo culmina con un canto.
Brindarlo me devuelve el universo
que amo
y está en mi pellejo
orgánicamente
de atlas.
Bebo sake,
y estoy bebieno los sagrados granos
de oro
del País del Sol.
Este licor recoge de la
e
s
p
i
g
a
del arroz
el alma de la tierra
y el amor del agua.
¡Cuán sublime beberlo!
Bebo sake,
y lo hago sin premura,
sabiamente,
cantando.
Como se tiene que beber
la vida.
Dávila Durand, Javier. “Bebiendo sake.” Cerezo de alba sobre la pagoda. Iquitos: Tierra Nueva, 2003. p. 11.